"Las sociedades deben juzgarse por su
capacidad para hacer que la gente sea feliz."
Charles
Alexis de Tocqueville
El pasado 6 de abril, dio inicio el proceso
electoral Federal 2015, que marca la renovación total de los 500 diputados
integrantes del H. Congreso de la Unión, con esto se pone a prueba una vez más
la capacidad de la clase política de todo el país para desafiar las reglas
claras que ellos mismos dictaron en la última reforma electoral que dio paso a
la creación del Instituto Nacional Electoral dentro de muchas otras cuestione
que cambiaron de fondo en cuanto al tema de elecciones.
Vemos de forma muy clara que cada tres y más
marcadamente cada seis años, las insatisfacciones por parte de los actores
políticos que no logran acceder a los cargos de representación popular que
esperaban, buscan ser cubiertas con una “Reforma Electoral”, como si el hacer
muchas reformas electorales le redituara a la sociedad un mayor empoderamiento.
Vivimos en un momento crucial como sociedad, somos
víctimas y victimarios de una descomposición de las formas y valores en la
forma de relacionarnos entre nosotros.
La crisis económica y política ha causado un
trastorno en la confianza que como sociedad debemos acusar, esa desconfianza en
nosotros mismos genera que aquellos que adoptaron a la política más allá de una
forma de vida y la tomaran como una forma de enriquecerse vuelvan como cada
tres años a acercarse a los mexicanos con ofertas baratas de cambios
sustantivos en papel que a la larga saben que nunca podrán llevar a cabo.
Engaños sumarios que hipotecan el porvenir de los
siguientes años más allá de los tres que dure su encargo, retoricas vacías y
propaganda comercial hacen que el ciudadano que ha sido utilizado, olvidado y
después abandonado se encuentre necesitado de justicia social, esa práctica que
pareciera ser común en la clase política de acercarse cada tres años y
satisfacer las necesidades básicas de su electorado con una despensa, unos
vales o un monedero electrónico, sin atender de fondo los problemas de fondo
que enfrenta el país, tal pareciere que el objetivo del político mexicano es
mantener en la pobreza a la sociedad para poder beneficiarse de ella cada que
hay elecciones.
La modernización y las ventajas de vivir en un
sistema globalizado abonado por las llamadas reformas estructurales que en
complicidad de los principales partidos políticos se empezaron a llevar a cabo
desde hace poco más de 4 años aún no refleja un alivio en la realidad de
millones de mexicanos que no tienen a su alcance los ingresos millonarios que
podrían tener los legisladores que aprueban las mismas.
La excesiva cantidad de reformas a la Constitución
no han resuelto los graves problemas de inseguridad, movilidad, alimentación,
vivienda, justicia, desigualdad y el terrible cáncer del sistema político
mexicano que lleva por nombre Corrupción.
Es lamentable el nivel de debate que se sostiene en
donde aún con la prohibición de las llamadas “Guerras Sucias” el PRI y el PAN
se acusan mutuamente de ser incongruentes y corruptos, cosa que hacen a nivel
nacional mostrando pruebas de algo que ya sabemos, pero haciéndolo con los
recursos púbicos que tanto critican los dos en sus “Spots”.
No se está abonando nada nuevo al debate, no hay
propuestas y compromisos directos en las plataformas, solo hay candidatos desde
los que admiten robar, pero “poquito”, pasando por los que hacen videos
musicales y llegar a las figuras con una nula trayectoria en el servicio a la
sociedad como algunas actrices famosas por sus personajes cómicos y de simpatía
entre el pueblo.
Ese nivel de representación no puede seguir así en
nuestro país, no podemos seguir esperanzados a que la clase política se canse
se vivir como lo hace y busquen empoderar a la sociedad, no podemos seguir
esperando a los caudillos y que salgan a luchar por defender lo que por derecho
nos corresponde y mucho menos, podemos esperar a que un dictador aparezca a
ofrecernos un clima de estabilidad a cambio de las libertades que hemos ganado
como conquistas a lo largo de muchos años.
Vivir en democracia como tal, no nos garantiza
tener por el momento al mejor, al más capaz, al menos corrupto o al más
inteligente y culto como gobernante, no nos da la felicidad como muchos nos lo
han hecho creer durante años, pero lo que si garantiza la democracia, es ese
poder de decisión que tenemos cada uno en lo particular, poder informarnos de
las diferentes trayectorias de las personas que van a llegar a la Cámara de
Diputados, a los ayuntamientos, a los Congresos Locales y Gobernaturas que
están en juego, tener la posibilidad de organizarnos para que en un ejercicio
de conciencia elijamos a quien nos pueda representar los siguientes años y
tener los elementos para exigirle cuentas de su actuar.
No hay Democracia sin participación ciudadana, y
ésta no se agota con hacer el ejercicio del sufragio cada tres o seis años en
el mejor de los casos, podemos ser críticos del gobierno y hacerlo cada día más
informados, dejar a un lado la apatía y la queja y retomar la crítica y la
información, ser ciudadanos observadores y constructores de los destinos de
nuestra nación y el futuro de las generaciones venideras.
No son suficientes los buenos deseos y las cartas
firmadas ante notario público, se deben asumir compromisos por parte de los
actores políticos que asuman su participación con inteligencia, tolerancia,
responsabilidad social y un profundo amor a servir a los demás antes de hacerlo
a ellos mismos y sus familias.
Ejerzamos el derecho a Participar políticamente
antes de que nos agoten la participación, salgamos a las calles a exigir, pero
hagámoslo después de haber ejercido en conciencia las obligaciones que como
Ciudadanos tenemos.
Retomemos las raíces profundas de cultura sólida,
ejerzamos con madurez nuestras libertades y logremos el cambio profundo y pleno
que todos anhelamos en nuestros corazones.