Es sabido que la tecnología siempre ha definido la
alfabetización.
Antes de la imprenta, lo que definía la alfabetización
era la oralidad, la capacidad para transmitir ideas y pensamientos e
información, a través de la voz.
Hoy día, el concepto vuelve a cambiar en un mundo
saturado de medios, donde las Tecnologías de la Información y de la
Comunicación (en adelante, TIC) son en parte, responsables y protagonistas de
la transformación de la sociedad de la información[1]
en la que nos hallamos inmersos. Toda nuestra actividad social y cultural está
mediatizada por este tipo de tecnologías y los nuevos medios requieren de un
nuevo proceso de alfabetización.
Cada vez que aparece una nueva tecnología de la información
y la comunicación, acaba modificando la forma en la que se estructura y procesa
el pensamiento.
Prueba de ello es el libro; el artefacto cultural que
mejor representa la forma de pensamiento secuencial en que hemos sido
socializados y educados en la sociedad industrial. La irrupción de la tecnología
digital, asociada a la conexión de dispositivos móviles multimedia y el
desarrollo de las redes de comunicación ha generado nuevas formas de acceder,
construir y comunicar el conocimiento.
Los cambios en las TIC afectan también a los sistemas formales
de enseñanza, procedimientos que llegan a cuestionarse en el marco de la
Sociedad en Red, definida por un entorno de información abundante, numerosas
oportunidades para la interacción social y el aumento de dispositivos
personales para la producción de conocimiento. Las nuevas generaciones ya son
nativas de estas tecnologías, ejercen una gran capacidad para manejar
dispositivos; sin embargo reflejan cierta dificultad para gestionar información
de diversa naturaleza o formato, puesto que lo que se busca es poseer
experiencias más satisfactorias en torno a sus prácticas digitales, tanto en la
evaluación de la credibilidad de la información, en la construcción de su
identidad digital o en la gestión de la privacidad.
Es ahí donde la educación formal puede colaborar
introduciendo habilidades de competencia digital que ayuden a los jóvenes a
desenvolverse y generar sentido del entorno tecnológico pero también social en
el que viven. Sin embargo, el lugar en el que se están produciendo los mayores
cambios en el terreno de la educación, no son las escuelas ni tampoco lo son
las bibliotecas.
Según la UNESCO, el mismo concepto de analfabetismo ha
tenido una irremediable transformación a través del tiempo. Al aumentar las
exigencias para la sociedad, saber leer y escribir ya no es suficiente. Cuando
las TIC irrumpieron en los primeros años noventa del siglo pasado, se empezó a
hablar de la necesidad de una alfabetización digital para aprender a utilizar
las tecnologías que estaban emergiendo. Desde entonces, la definición de qué se
entiende por alfabetización digital, qué competencias requiere y cómo
adquirirlas, se ha enfocado principalmente desde dos planos distintos: uno,
centrado en el componente más tecnológico y otro, centrado en su aspecto más
comunicativo, social y participativo.
Popularmente se ha identificado ser alfabeto digital con
saber usar las tecnologías y dispositivos de forma instrumental, identificando
este concepto con las competencias tecnológicas o informáticas. Sin embargo,
con el tiempo, la definición de alfabetización digital ha dejado de tomarse
como relativo a la tecnología para considerar una alfabetización más general,
que integra todas las competencias que una persona necesita para desenvolverse
de forma eficaz en la Sociedad de la Información.
El concepto se amplia para significar estar alfabetizado
en y para la cultura digital. Esta sociedad actual cuenta efectivamente con un
componente tecnológico muy fuerte, pero además exige unas formas diferentes de
participar, comunicarse y colaborar en la red, características que por otro
lado, modifican sustancialmente las llamadas competencias informativas o
informacionales.
La
alfabetización digital y/o mediática .
Ante este avance continuo y generalizado en el uso de las
tecnologías, las redes sociales y la participación y generación de contenidos
por parte de los propios ciudadanos, muchas son las voces y los informes que se
alzan para señalar que el uso de estas tecnologías no vuelve alfabetos
digitales a los internautas.
La explosión de los contenidos generados por los
usuarios, que aumenta el número de ideas, opiniones, información de todo tipo,
agravan la necesidad, hoy más que nunca, de tener herramientas y filtros que
nos ayuden a encontrar, interpretar, organizar y recuperar datos de interés.
Esta necesidad es un fiel reflejo del impacto de la tecnología en cada aspecto
de nuestra vida. Constituyen evidencias del cambio de naturaleza de la forma en
la que nos comunicamos, accedemos a la información, nos conectamos con colegas
y amigos, aprendemos e incluso, la forma en la que nos socializamos.
Con el término alfabetización digital mediática se
destaca el uso de distintos medios frente a lo puramente textual y se define
como la habilidad para acceder, analizar, evaluar y crear diferentes tipos de
medio. A esta definición se añaden además y más recientemente, una lista de
habilidades relacionadas con los medios sociales, como la naturaleza
interactiva de la producción y consumo de medios, en concreto la habilidad para
colaborar y participar.
Implica también un cambio en la forma en la que
accedemos, analizamos y evaluamos los medios, ya que el internet nos ofrece
muchas posibilidades para elegir información, noticias, y entretenimiento, y
complica el panorama de los medios digitales con publicidad y tácticas de
mercadotecnia.
De su actualidad habla la frecuencia con la que este
término aparece en los medios sociales digitales, convirtiéndose en un trending topic en redes sociales como Twitter. En herramientas como Google Trends, podemos ver como el
término “media literacy” se ha
mantenido por debajo a lo largo de los últimos años, pero superando ya, a otro
más consolidado como “information
literacy”, y el nuevo “digital
literacy”, de muy reciente aparición en el buscador, aparece superando en
popularidad a los dos anteriores.
La UNESCO ha optado en los últimos años por evitar el
término “digital” y se decanta por utilizar una solución compuesta de los
términos “información” y “medios”, uniendo las dos alfabetizaciones en una
sola, para impulsar lo que denominan “destrezas y habilidades para la
alfabetización crítica, la evaluación y el uso de la información y los medios
en la vida profesional y personal”.
¿Qué
competencias específicas demanda la sociedad del conocimiento?
Ya avanzábamos qué significaba estar alfabetizados en la
sociedad actual y cómo el mismo concepto de analfabetismo ha tenido una
irremediable transformación a través del tiempo. No hay que perder de vista que
el objetivo de esta competencia era permitir la comunicación efectiva y por lo
tanto, implica también la idea de participación en la sociedad.
Podemos decir que la alfabetización mediática busca
primordialmente poder comunicarse de forma efectiva, y participar en la
sociedad que nos ha tocado vivir, por lo que hay que tener competencias
visuales, digitales, mediáticas, informáticas e informacionales.
La forma de acceder y usar la información también ha
cambiado drásticamente, los sitios y redes sociales han transformado el proceso
de búsqueda de información y la forma y velocidad con la que la generamos y
compartimos, independientemente del tiempo y lugar, independientemente del
dispositivo.
¿Cómo distingues entre una buena y mala información?
¿Cómo se evalúa la información cuando cualquiera es generador de contenidos?
La capacidad global de publicar que tiene cualquier
usuario con conexión a Internet en el Internet social, donde se unen tecnología
y usos creativos de la misma, ha dado lugar a una cultura de la remezcla donde
los individuos reaccionan y entran en diálogo con la información que reciben a
partir de la reinterpretación y reelaboración de los datos, hasta el punto de
poner en cuestión temas como la autoría o la propiedad intelectual.
La fusión de fuentes, canales, medios, mensajes y
públicos redunda también en que cada vez nos encontremos con más casos de
montajes y bulos que circulan a través de los medios con muy diversos
objetivos, desde provocar el pensamiento crítico hasta técnicas de
mercadotecnia o la simple mentira.
Cada vez resulta más crítico exigirle al ciudadano una
actitud de reflexión y una formación en criterios de verificación de la certeza
de la información que utiliza, como actitud ante el aprendizaje a lo largo de
toda su vida, ya que Internet se ha convertido en un medio tan “natural” que
cuanto más se usa más confianza genera y menos se comprueba la fiabilidad de la
información que se obtiene, para eso querido lector es necesario formarnos para
informarnos debidamente, correctamente, objetivamente y ¿para qué? Estar mejor
informados para ser más objetivos, críticos, participativos y vivir de forma
consciente, dejar ciudadanos zombie y ser ciudadanos activos.
El hecho de que cualquier persona pueda aportar
información u opinión gracias a la facilidad de las nuevas tecnologías sociales
en la llamada web 2.0 genera un amplio rechazo entre algunos miembros del
sector cultural, debido al supuesto escaso criterio que tienen la mayoría de
las personas para contribuir en cualquier proceso de intercambio de
conocimiento. Sin embargo, no debemos olvidar, que también se publican cada año
miles de artículos en los medios tradicionales con abundante ideología entre
líneas, imprecisiones en datos y abundantes errores, sin detenernos en hablar
de los conocidos fraudes de la ciencia.
Todas las tecnologías tienen sesgo, incluida el papel,
por lo que se deben conocer los intereses comerciales, ideológicos y sociales
que se encuentran detrás de cada una de estas herramientas. Las competencias
intelectuales necesarias para interactuar con la cultura líquida del Internet
social, de forma crítica y reflexiva, deben adquirirse más allá del mero
aprendizaje de las herramientas sociales.
Por otro lado, la web 2.0, los sitios y redes sociales,
potencian nuevas formas de verificación y validación de la información, basada
en gran medida en el poder de la recomendación: número de “Me gusta”, “No me
gusta”, valoraciones, etiquetas, retwiteos, votos, seguidores e influenciadores,
aportan valor a los contenidos y constituyen auténticos sistemas de validación
social en Internet. Los comentarios constituyen una forma de medición
cualitativa y el liderazgo, la notoriedad, la transparencia, la fidelidad o la
influencia, están llegando a ser considerados indicadores estándar de
fiabilidad.
Por ello, por mucho de lo aquí escrito es que es de vital
importancia detener un momento nuestro acelarado caminar en el mundo del
internet para preguntarnos; ¿estoy bien preparado para informarme en internet?
Especialista en Derecho Público por la Escuela Libre de Derecho,
Maestrante en Derecho de las TIC especializado en
Telecomunicaciones por INFOTEc.
Director de la Asociación Latinoamericana de Abogados.
@ofloresf
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