En
nuestro país se prevé el principio de transparencia como una forma de control y
apoyo para prevenir la corrupción, de forma que debe estar presente en el uso
de los recursos públicos y en los procedimientos de adquisiciones, tan es así
que se encuentra contemplado en el artículo 134 de nuestra Carta Magna.
Tal
principio tuvo un auge mayor a partir del año 2002 con la publicación de la Ley
Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, y se
empezó a materializar con la puesta a disposición de información pública de
oficio y con las primeras resoluciones del entonces Instituto Federal de Acceso
a la Información (IFAI).
Poco
a poco la transparencia empezó a tomar sentido, académicos, investigadores y
periodistas incursionaron en los terrenos abiertos, con la finalidad de
analizar las instituciones, la toma de decisiones de los servidores públicos y
escudriñar en el uso de los recursos públicos que provienen de los impuestos de
los ciudadanos que cumplen cabalmente con sus obligaciones.
De
tal forma que descubrieron en la transparencia un aliado esencial para la
búsqueda de información que sirviera para descubrir el desvío de fondos
gubernamentales o actos de corrupción que debían ser ventilados y tratados
enérgicamente por la opinión pública. Asimismo, empezó a funcionar como un
elemento fundamental del periodismo de investigación, el cual desde mi punto de
vista resulta atractivo para quienes tratamos de allegarnos de información
clara, oportuna, y sobre todo, veraz.
Así,
la transparencia se fue consolidando, y obteniendo un sitio privilegiado en
nuestra democracia, pues se constituyó en una pieza del derecho a la
información, en instrumento de la rendición de cuentas, clave en el combate a
la corrupción y en facilitadora de la participación ciudadana.
También
se constituyó en el hermano incómodo de los servidores públicos que la
consideran enemiga de sus propósitos particulares, por lo que tratan de
simularla y en el peor de los casos evadirla, incumpliendo con ello la
normatividad aplicable, y faltando a principios de ética institucional.
Por
supuesto que el título de este artículo lo integré metafóricamente, pues en
realidad, quienes se empoderan con la transparencia, son los ciudadanos, es
decir, aquellos involucrados en asuntos públicos y que utilizan la
transparencia como elemento básico de su participación.
Es
un hecho que una sociedad informada difícilmente será engañada, y entre más
información conozca, será más proclive a influir en las decisiones importantes
de un país.
Si
queremos un cambio en el sistema, en la forma en que se gobierna, y sobre todo,
avanzar hacia el desarrollo –no solo económico-, resulta indispensable una cultura
de la información, en dónde todos nos ocupemos de estar informados e ir más
allá de lo que puedan decirnos los medios de comunicación ¡vamos a las
fuentes!, pues los medios también pueden corromperse.
La
historia nos da ejemplos de lo que estoy diciendo, para muestra un botón a
finales de los años ochentas, cuando existía la URSS. Previo a su desintegración
Mijaíl Gorbachov, estableció una política denominada Glasnost, palabra que en
nuestra lengua podría traducirse como transparencia informativa, la cual
evidentemente sirvió para desarrollar la libertad de expresión que no tenían los medios de
comunicación de aquel tiempo y lugar.
La
Glasnost -transparencia-, resultó fundamental para el futuro de la Unión
Soviética y de su irremediable desintegración, pues sirvió de instrumento para
el eje de la reforma de la economía a la política y progresivamente se pasó de
la revelación y la reflexión respecto al pasado a una arremetida contra el
socialismo, y la negación absoluta de este, hecho que se manifestó en que el
asalto al poder no empezó atacando sus centros detentadores de violencia, sino
cuestionando sus normas y valores, rompiendo con la legitimidad de su
existencia.[1]
Problemas
del momento como la corrupción, la "herida sangrante" de la guerra de
Afganistán, la catástrofe nuclear de Chernobil, la profunda crisis económica…
fueron puestos al libre examen de un atónito y, muchas veces indignado,
ciudadano soviético. En definitiva, la Glasnost desencadenó un proceso que
finalmente se le fue de las manos a Gorbachov y terminó por hacer perder toda
su legitimidad al sistema nacido de la revolución de octubre de 1917 y al
propio estado soviético.[2]
Esa
parte de la historia nos enseña que la transparencia puede ser utilizada como
un instrumento efectivo para el cambio político, social, económico y cultural
de una nación; sin embargo, el bienestar de un pueblo no depende únicamente de
ella, sino de una serie de factores que interrelacionados eficazmente pueden
lograr los objetivos planteados.
En
México debemos utilizar lo que las propias leyes reconocen –transparencia y
acceso a la información- con la finalidad de lograr cambios que beneficien
nuestro entorno, dejando el escepticismo y la desidia que tanto nos afectan.
Resulta
importante que infundamos desde la educación básica, la importancia de la
participación ciudadana, de la transparencia y el acceso a la información, con
la finalidad de que las futuras generaciones, que de por sí nacen con el chip
integrado de tecnología, también cuenten con uno que permita cambiar su
mentalidad hacia el gobierno y los temas que atañen a la sociedad, participando e
interesándose en el bienestar de la nación.
Especialista
en Derecho de la Información por el Posgrado de la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional Autónoma de México.
[1] La
Izquierda Latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviética. Roberto
Regalado (Coordinador) pag. 10. Ed. Ocean sur.
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