Estamos centrados en la política pública que a
nivel mundial ha enriquecido de manera significativa las características de la
participación ciudadana, y me refiero por supuesto a la política de gobierno
abierto.
Ya han sido varios los actores que han hablado
de esta política global, comenzando por el Instituto Federal de Acceso a la
Información y Protección de Datos, secundado por algunos institutos locales
como lo es el InfoDF.
Sin embargo el impacto de esta política está
unida fundamentalmente con un valor que, perdónenme el atrevimiento, hemos
perdido: la tolerancia.
Uno de los ejes más importantes de esta política
se vincula directamente con la creación de un puente de comunicación estrecha
entre las autoridades —léase servidores públicos— y los ciudadanos —léase
comunicólogos, periodistas, profesionales, vendedores ambulantes, taxistas,
amas de casa, trabajadoras del hogar, mujeres, hombres, adolescentes,
discapacitados, estudiantes, profesores y una amplia lista de etcéteras— a
efecto de construir un diálogo para construir un bien común.
¿Qué pasa entonces cuando construimos un grupo
plural? Este se vuelve radical por defender los intereses de quienes
representan, algunos por el reclamo fundado del olvido en el que los tienen los
que ejercen el poder, otros enojados por la falta de reconocimiento de su
trabajo, por otros que no lo hacen bien.
Me ha tocado estar en los dos bandos y créanme
que los reclamos son totalmente válidos de ambos lados pero cuando se sientan a
la mesa a construir, no pueden hacerlo sin antes, primero, destruirse.
Esto no del todo es malo. Me parece que habrá
que romper esas barreras tangenciales respecto de los polos que pueda tener la
política en México; sobre todo en la problemática social en la que estamos
inmersos.
Pero si me permiten, iré más allá. He vivido
últimamente ligeros debates respecto a nuestra realidad social, pero al final,
si bien me va, termino con un final de telenovela que pareciera decir: Eres
arbitrario al no pensar como yo.
Si
seguimos conduciéndonos con severas transigencias, no llegaremos a ningún
acuerdo. Y por supuesto que la política de gobierno abierto lo que busca no es
sólo romper la barrera de enfrente. Esa ya está abierta. Contamos con
mecanismos para acceder a la información y la ciudadanía ha ido aprendiendo a
preguntar. Pero una vez que estamos adentro ¿qué hacemos? ¿cómo reclamamos?
Es entonces cuando, pregunto querido lector,
¿cuántas veces ha realizado una solicitud de información? ¿cómo ha increpado a
su representante en la cámara de diputados sobre alguna inasistencia de alguna
comisión que le interese? La maquinaria no se mueve sola. Se necesita del
factor humano, que somos todos, tengamos la cachucha de ciudadano o el tarjetón
de servidor público.
Ambas posturas tienen que consolidarse con
argumentos válidos que traten de convencer, nunca de imponer. No se gana el
debate gritando, sino arguyendo enunciados que permitan demostrar el sentido
del punto que pretendemos poner sobre la mesa.
Recientemente, se han visto diversos actos de
parlamento abierto en el Senado de la República. Desde las entrevistas a los
candidatos, por ejemplo, del presidente de la Comisión Nacional de Derechos
Humanos o bien como la construcción de la Ley General de Transparencia y Acceso
a la Información. Estos pasos son sumamente importantes en la correlación
gobierno-sociedad pero estos son los primeros pasos rumbo a la construcción de
políticas públicas que tengan impactos mayores. Y para estar preparados para
ello necesitamos de la audacia de ser tolerantes. Todos tenemos una historia y
un reclamo pero ¿qué pasaría si ese reclamo lo convirtiéramos en una historia
de éxito que trascendiera? Ahí podríamos estar en presencia del verdadero
cambio.
La construcción de un cambio de paradigma no es
instantáneo, debe ir incrementando con el tiempo, pero me parece un atino el
destacar que en el camino andamos y que la responsabilidad está en el Estado. Y
el Estado se conforma por territorio, gobierno y sí, población. El Estado,
somos todos.
Especialista en derecho de la información y
maestrante en derecho por la UNAM.
@lenna_m
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