30 de mayo de 2014

El derecho de acceso a la información como camino para la construcción de políticas públicas.

Desde los origines del derecho de acceso a la información —en nuestro país desde el año 2002— se ha pretendido que el ciudadano conozca el actuar de su gobierno e instituciones por medio de un vínculo directo que se estableció como el principio de la participación ciudadana.

Ese puente directo ha dado pauta a un sin fin de acciones ciudadanas que bien podríamos calificar como políticas públicas, las cuales tuvieron un inicio en el momento en que un ciudadano empoderado, por haber obtenido la información adquirida al momento de ejercer su derecho de acceder a la información en posesión de las autoridades, cuenta con las herramientas necesarias para accionar todo un movimiento social, acorde con los artículos 19 y 21 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.[1]

Considero que, para definir este acontecer social, el movimiento social se entiende como el motor que ejerce la ciudadanía para gestionar y lograr un cambio en su realidad social —y muchas veces jurídica— a través de ejercer un derecho humano, pero no sólo por ese simple hecho, sino más bien por haber realizado una labor de escrutinio y entonces haber llegado a la conclusión de una deficiencia en la aplicación de la ley o bien, porque la ciudadanía —en donde radica el poder, de conformidad con la definición de democracia por raíces latinas— puede y debe participar en las relaciones de poder.

El movimiento derivado del acceso a la información son voces que, teniendo el foro propicio, se pronuncian en una demanda social a efecto de conocer la verdad de los hechos, sus actores y los culpables de las violaciones de los derechos humanos en las acciones del propio Estado.[2] Me atrevería en este punto a establecer que el poder de la presión mediática ha fungido como un poder metaconstitucional que puede cambiar el razonamiento de un juez, detener una campaña publicitaria en materia de salud reproductiva o bien, lograr cesar a un funcionario por las acciones de su hija. Este tipo de ejemplos, de los que hemos sido testigos, no reflejan otra cosa más que el poder del control social. ¿Qué pasaría entonces si esa exigencia de rendición de cuentas basada en el ideal de lo justo lo convirtiéramos en una política pública?

Tal y como lo sostiene Mauricio Merino "una política pública puede ser definida como una intervención deliberada del Estado para corregir o modificar una situación social o económica que ha sido reconocida como problema público". [3] Sin embargo en el presente ensayo lo que se busca es posicionar esa intervención en el ciudadano a efecto de que con su observación de algún resquicio por parte de la legislación o del actuar del gobierno, pueda aplicar alguna solución.

Es claro que el proceso de democratización en nuestro país está andando. Mucho recordamos los discursos políticos en dónde se establecía a México como un país "recientemente democrático" y con un largo recorrido en vía de la democratización; pero lo cierto es que ese camino exige que la ciudadanía sea más participativa, activa e informada. Que asuma su papel no sólo de observador que se siente vulnerado o hasta indignado, sino que participe en el poder con ideas plenamente construidas, estructuradas y que ofrezcan una oportunidad de cambio en el quehacer político.

Recientemente hemos visto como las instituciones de gobierno han sido cuidadosos con sus actos públicos, derivado de los posibles debates que puedan sostenerse de cara a la sociedad, y no sólo para lograr una legitimidad, sino más bien para cumplir con una exigencia de la sociedad que cada día se ha visto más palpable y que, incluso, hemos adoptado un vocablo en inglés para definirlo: Accountability, traducido como "Rendición de Cuentas".

Si México fue capaz de transitar de un gobierno autoritario al inicio del camino de una democracia en tan sólo veinte años, seguramente el siguiente cambio de paradigma será esa retroalimentación necesaria entre gobernantes y gobernados, el cual debiera ser permanente y no tener ningún despropósito, sino más bien ir encaminado al mismo objetivo: Lograr que un Estado vislumbre los problemas sociales —desde dónde sus burócratas no pueden estar en contacto con la realidad social y dónde se nos ofrece un área de oportunidad para que los ciudadanos entonces puedan hacerlos notar— y los resuelva con soluciones que puedan ser viables y e incluso equiparables para un entorno social real para cada uno de sus unidades sociales que van desde en la totalidad del estado de Nayarit o para la comunidad de los tarahumaras.

Debemos enfrentar que la administración pública es un concepto complejo pero cuya finalidad es sencilla: Establecer mediante la organización de las acciones permitidas por un marco normativo, a través de los recursos públicos y por medio de sus recursos humanos; lograr que el Estado funcione. ¿Qué pasaría entonces si no sólo contamos con los burócratas para ello sino también involucramos a los ciudadanos?
Debemos asumir, en primer lugar, que el gobierno no puede —ni debe— resolver todos los problemas de la interacción de los individuos con las diversas esferas de la sociedad, el papel rígido del Estado se ha desplazado de la integración de funcionarios intocables e inalcanzable, por el de servidores públicos capaces de administrar la complejidad de las políticas a su cargo y saber liderar con los desafíos de la implementación y lograr un éxito necesario esperado. Para que lo anterior sea deseablemente eficiente, deben aplicarse los recursos públicos a las necesidades públicas, y para conocer esta parte del postulado, ha sido de gran ayuda el acceso a la información pública gubernamental.

Además de lo anterior, como ya lo hemos dilucidado, las soluciones a las prioridades sociales parten de una definición y detección de un problema cuyo propósito ideal es el de atacarlo con acciones avocadas a brindar resultados tangibles. Dichos resultados sólo pueden ser observados a través de un ente vigilante permanente que debe ser la sociedad. Es por ello que me atrevo a afirmar que cada política pública debe de ser lo más transparente posible, y por este término me refiero a lo más accesible a los ciudadanos, a efecto de que se promueva la mayor participación social deseable.

Po ello insisto en que el Estado debe tomar un papel mucho más activo en la promoción del crecimiento y la igualdad social. Ese es el enfoque no puede tocarse por la ciudadanía. El fomentar el interés en una sociedad que ha dejado de lado las grandes diferencias entre clases sociales, puede desempeñar entonces un papel más participativo.

Sin embargo, para poder diseñar una política pública, el ciudadano debe de enterarse y conocer las razones por las que una acción de gobierno no está siendo eficaz y ello lo puede lograr a través de solicitar la información relacionada con una política pública en específico, como puede ser "Oportunidades"; que a pesar de ser una política pública reconocida y galardonada a nivel mundial, lo cierto es que existen pueblos o comunidades en las que la aplicación de esas acciones encaminadas a detener que la pobreza continúe creciendo, está siendo ineficaz. ¿Cómo saber si es que en el estado de Guerrero está llegando la ayuda necesaria? ¿Cómo hacer una verdadera evaluación de las acciones del gobierno cuando no tenemos los elementos necesarios para poder hacer exigible un cambio en dichas acciones o en la repartición del gasto público necesario? Sólo puede lograrse con información.

"La información es poder" sostuvo el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos en los años de su creación. Lo que intentaba direccionar a los ciudadanos a creer que de verdad fungían un papel importante en la construcción de la democracia de este país, que podían intervenir y que su voz fuese escuchada. Incluso hubo quienes sostuvieron que la creación de ese órgano garante era el de "empoderar" a la ciudadanía, pero ese poder se tiene desde que se puede elegir a quienes van a ejercer el poder. Ahora, el cambio de paradigma resulta evidente: El ciudadano es el que puede ejercer directamente el poder.

Más allá del diseño de una política pública, me parece que el mayor desafío consiste en las capacidades y voluntades de quienes la diseñan y las llevan a cabo. Es por ello que me parece importante que si un ciudadano activo es quien comienza a mover el aparato burocrático para conocer sobre una deficiencia del Estado y tiene la inquietud de cambiarlo, la voluntad —e incluso la capacidad— están plenamente validadas.

Se debe perder el miedo entonces a fomentar el debate público y proporcionar a los ciudadanos los elementos necesarios para comenzar a participar de manera más activa. Es claro que para la Administración Pública Federal, actualmente ha logrado un estándar en materia de transparencia y acceso a la información e incluso respecto a la rendición de cuentas. Esto se ha logrado tras el desempeño del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos a lo largo de diez años. Sin embargo existen todavía claro oscuros en los otros niveles de gobierno, dado que se ha visto un despropósito de homologar el derecho de acceso a la información en los Estados de la República Mexicana a demás de los Poderes Legislativo y Judicial que se han visto menos increpados por una fiscalización ciudadana.

Habrá menos espacio de opacidad después de que se publiquen las leyes secundarias en materia de transparencia que se deriven de la reforma constitucional en dicha materia. La implementación se está siendo paulatina pero la aplicación tendrá que ser inmediata, sin ningún tapujo para los ciudadanos.

La transparencia y la rendición de cuentas son esenciales para la construcción de un gobierno democrático, pues resultan ser el medio directo mediante el cual los ciudadanos pueden conocer de viva voz, las actuaciones del gobierno. Sin embargo ello no se logrará si es que la información gubernamental no es útil y en un medio accesible que permita su utilidad para lograr mejores gobiernos.

Por ello, incluso, se ha hablado de datos abiertos desde el gobierno, los ciudadanos deben poder encontrar la información, descargarla y manipularla para la conformación de las ideas y la detección de los errores de aplicación. Una política pública no surge ni puede evolucionar de manera aislada, debe de allegarse de la información necesaria que permita construirla. No consiste solamente en un conjunto de definiciones, normas, procedimientos y actores, es una afirmación de valores públicos puesto que supone la capacidad de adaptación y compromiso con los valores de sociedad asumidos. Ya que considero que una política pública sin una visión social, está destinada al fracaso.

El acceso a la información es parte de un Estado democrático, de un Estado moderno, resulta ser una prerrogativa de los ciudadanos. Así la información en poder de las instituciones de ejecutan acciones para lograr una gobernabilidad eficiente, se convierte en un bien público. Cuando un Estado democrático asume cabalmente la transparencia como responsabilidad ética y social, aumenta la legitimidad, su autoridad y su credibilidad. El acceso a la información, y por consecuencia la transparencia, no sólo debe servir a los ciudadanos para evitar abusos, sino también al gobierno para legitimarse, y a ambos: Sociedad y gobierno, para detectar errores y corregirlos a través de la construcción y ejecución de políticas públicas, respectivamente.




[1] Declaración Universal de los Derechos Humanos. Disponible en:
http://unesdoc.unesco.org/images/0017/001790/179018m.pdf Página 17.
[2] Ver LUNA Pla,Issa. "Movimiento Social del Derecho de Acceso a la Información en México". Capítulo Segundo. Instituto de Investigaciones Jurídicas. Serie "Doctrina Jurídica" Número 471. Universidad Nacional Autónoma de México, 2009. Páginas 47 y ss.
[3] MERINO, Mauricio. "Políticas Públicas: Ensayo sobre la Intervención del Estado en la solución de problemas públicos". De la serie "Gobierno y Políticas Públicas" Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE)



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