Esta es mi primera intervención
en este espacio, en este afortunado espacio, que nace en el mejor momento,
cuando en México el tema de transparencia está siendo revisado y redefinido,
donde su institución principal será replanteada, cuando el buen avance de un
mejor ejercicio del derecho a la información está siendo trastocado.
Es en estos días cuando una nueva
generación en torno al derecho a la información está sucediendo, se está
forjando; sus leyes y reglamentos, sus figuras e instituciones, así como sus
operadores están mutando, nuestra esperanza, pero también nuestra acción y
convicción, están empeñadas en que esta mutación sea evolución.
En estos días surge este proyecto
de informacionistas y ahora con estas primeras letras me sumo a él, lo
felicito, lo reconozco y me sumo a él para que desde esta trinchera modesta,
pero entregada, se participe activamente en forjar este cambio democratizador
que México merece. En este espacio que será publicado los días domingo de cada
semana, espero que por mucho tiempo, el lector encontrará ideas, información,
opinión, críticas y propuestas en torno a los temas propios del Derecho de la
Información, el derecho a la información en sí, la libertad de expresión,
libertades informativas, transparencia y acceso a la información pública, publicidad
gubernamental, medios de comunicación, derechos de las audiencias y en alguna
medida, privacidad, protección de datos personales y telecomunicaciones, los
cuales son de mi especial atención; mi pasión y el objeto de mi dedicación.
Al tema entonces; señala el Dr.
Ernesto Villanueva que “el Derecho de la Información es una disciplina reciente
que forma parte del Derecho Público y tiene como objeto de estudio al derecho a
la información, es decir, al conjunto de las normas jurídicas que regulan las
relaciones entre el Estado, los medios y la sociedad, a través de la
información.” De esta definición tenemos que, el objeto primordial de estudio
del Derecho de la Información, como rama del Derecho, es el derecho a la
información.
El derecho a la información es
propiamente un derecho humano, está reconocido como tal en el artículo 19 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, el artículo 13 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos y en otros instrumentos internacionales y nacionales;
parte de la libertad de pensamiento, va a la libertad de expresión, después pasa
por la libertad de imprenta y termina en una forma más general que concentra a
todas las anteriores (esto siguiendo la teoría de los círculos concéntricos,
del Dr. Jorge Carpizo), que a grandes rasgos y en términos amplios, se refiere
a la garantía fundamental que tiene toda persona a hacerse llegar información,
a difundir o divulgar esa información y a recibir libremente información.
Es decir, el derecho a la
información se refiere a la actividad de informar y de informarse, en todos los
ámbitos; los gubernamentales, los periodísticos, los académicos, los de ocio y
entretenimiento, los de consumo, entre muchos más.
Hoy aprovecho estas líneas para
referirme en cómo empleamos, cómo aprovechamos y disfrutamos este derecho a la
información en el ámbito ciudadano. En los últimos días de agosto y estos
primeros que van de septiembre de 2013, hemos vivido en la capital del País
jornadas caóticas propiciadas por marchas en manifestación contra la llamada “reforma
educativa”, impulsadas por maestros afiliados a la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación, la CNTE, entre otros grupos añejos y con mucha
experiencia en marchas y bloqueos, como son el Sindicato de Electricistas, o el
movimiento hibrido denominado aún “yo soy 132”.
El motivo de estas marchas y
bloqueos a las vialidades, se dice, se encuentra en una oposición a la
aprobación de una reforma educativa, además de otros temas que le son
accesorios, en torno a la relación con el Gobierno Federal. El día de hoy,
debido a este tema, muchas de las charlas al llegar a la oficina o a la
reunión, a las que por cierto llegamos tarde, es una queja profunda contra los
manifestantes, sino es que hasta una mentada de madre, diciendo que ya estamos
hartos y cosas por el estilo.
Este tema nos genera
confrontación, aquellos que nos quejamos o aquellos que los defendemos, pero unos
y otros, los dos bandos en pugna, tenemos un elemento profundo de coincidencia;
estamos mal informados, replicamos comentarios, emitimos opiniones, respetables
siempre, pero muchas veces con un mal sustento. Decimos, porque escuchamos que
alguien lo dijo, que a los manifestantes les pagan; un gobierno estatal, un
partido político, un personaje, etcétera. Contamos, tal como lo escuchamos, que
a los maestros los obligan por contrato a marchar, que en Oaxaca, estado de la
República de donde se dice vienen la mayoría, les pagarán un bono por
participar, que allá tienen una Fiscalía Especializada que conoce de los
delitos cometidos por éstos, que ellos no trabajan y sólo cobran.
Así como hablamos ahora de los
maestros y sus marchas, que si con la reforma se les pretende evaluar y ellos
se niegan, o muchos temas más, en el pasado próximo hablamos sobre Raúl Salinas
de Gortari, la maestra Elba Esther Gordillo, el político de Tabasco, Andrés
Granier, el movimiento “yo soy 132”, en fin de diversos temas de interés social
que son sólo muestra y ejemplo de distintas dolencias que sufren nuestros
aparatos gubernamentales, muchos de ellos íntimamente ligados a la corrupción.
La corrupción en distintas
formas, en distintos niveles, maldita corrupción que como cáncer echa a perder
célula por célula lo bueno que tenemos como sociedad, es motivo, medio o fin de
muchos de esos problemas que nos aquejan. Muchos afirman, muchos sostenemos y
estamos convencidos que la información, que el acceso a la información de
calidad (veraz y oportuna), que la libertad para opinar, para investigar, para
denunciar o solamente para compartir, es una clave valiosísima para abatir, o
al menos para disminuir la corrupción que tanto daño le hace a este País.
Me refiero a la información que
viene del Estado, la que emiten nuestros gobernantes, la que públicamente nos
proporcionan, la que solicitamos y nos entregan, la que encontramos en los
medios de comunicación, ya sea en los públicos o en los privados, la que
circula por las redes sociales, con esa información nos formamos un criterio,
nos forjamos una opinión y entonces tomamos decisiones, por eso es tan valioso
estar informados, por eso hay tanto interés en participar y formar parte de los
procesos de información y mucho más ahora que vivimos en sociedades sumamente
inmersas en lo tecnológico, en la llamada sociedad de la información y del conocimiento
(que tiene aún una incompleta cobertura e inclusión).
Esa información, ahora más abundante
y cercana que nunca, pero también puede llegar a ser más confusa, nos es tan valiosa,
pero curiosamente seguimos alejada de ella, no ejercemos plenamente ese derecho
a la información que como derecho humano tenemos, optamos por no preguntar, por
no cuestionar, por no indagar, no leer, es decir, permanecemos de manera pasiva
como espectadores, pero no damos un siguiente paso como ciudadanos responsables
y parte activa de una sociedad democrática moderna, al menos al informarnos
sobre el acontecer.
El día de hoy nos hemos
acostumbrado a leer en una u otra red social un dato y darlo por cierto,
concederle nuestra plena confianza y credulidad a un solo medio de
comunicación, o peor aún, a simplemente no informarnos aludiendo estar hartos
de todo lo que pasa, entonces sólo nos quejamos, nos quejamos, pero no nos
informamos, lo cual agrava aún más el problema, pues en una pugna entre
autoridades y manifestantes, los terceros, los ciudadanos somos solo
espectadores apáticos, molestos y agraviados, pero no enterados de lo que pasa,
ni de sus implicaciones.
Nos hemos acostumbrado a que la
información de uno u otro medio de comunicación, sea impreso o digital, sea
tachada de falsa, imprecisa, parcial o tendenciosa, pero seguimos acudiendo a
él, porque decimos no tener más opciones.
Nos hemos acostumbrado a que los
políticos, de cualquier nivel y cualquier gobierno, sólo promuevan su imagen, o
la imagen de sus proyectos, a través de spots, a través de slogans pegajosos,
de frases que conmueven y convencen, pero no nos hemos dado cuenta que no
sabemos cómo se desarrolla la vida política de nuestro País, ni siquiera en su
parte más superficial. No nos hemos percatado que en realidad no estamos
informados sobre lo que pasa a nuestro alrededor. Nos hemos aceptado engañados,
nos hemos visto caer en la trampa una y otra vez y nos hemos sentido cómodos en
esa dinámica.
Ahora para parecer más o menos ilustrados
y más o menos activistas, procuramos decir de vez en cuando que estamos
conscientes de que somos manipulados y mal informados, que estamos conscientes
de las mentiras que se nos dicen, nuevamente; nos quejamos, pero no nos
informamos, eso a mí es lo que más me preocupa, pues la mejor información obtenida
de mejores medios y en mejores formas, es la base de las mejores decisiones y
las mejores acciones, y estoy convencido que este País es lo que más necesita.
Así pues, en este espacio estaré
haciendo pequeñas aportaciones sobre el particular, que espero sean de su
interés.
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